martes, 15 de enero de 2013

La colombiana

Me dijeron que había entrado una nueva, una chica nueva que iba a formar parte de la pensión. Bajé las escaleras corriendo, por curiosidad, por mi personalidad acaparadora, porque tenía tiempo libre. Esperaba encontrarla seria, tímida. 
Crucé la puerta, llegué al patio, cargué el calor que había en el aire con el cuerpo entero, y la vi, morena, sentada, tranquila, al rayo del sol. Caí en el vicio de preguntar las cosas que uno acostumbra a preguntar, edad, nacionalidad, carrera que estudia. Pero ella no me lo permitió, me desconcertó cuando, sin conocerme, me dio la sonrisa más sincera, más cálida, que el mismo clima que nos acompañaba. Entonces, al notar que tenía a centímetros mío, un ser un poco distinto, un ser artístico, musical, las preguntas cambiaron. 
No sé bien cómo fue, no lo recuerdo, pero me enteré que tocaba la guitarra, le pedí que tocara, no se negó, y sentadas en el pasto, ella alzando su guitarra roja, yo mirándola con entusiasmo. Empezó a mover los dedos, a acariciar las cuerdas y el sonido, el sol, la voz, hizo que algo en mí, se emocione.
La canción era dulce, la voz era de una niña, y entonces, ya no faltaba nada para que sea perfecto.
No puedo hablar mal de su talento, solo tengo cosas buenas para decir.
Ella, su simplicidad, es algo que admiro, y que quiero que todo el mundo pueda llegar a tocar.
Quiero que el mundo sepa de ti.

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