lunes, 10 de junio de 2013


Se le amontonan las ideas, pero es tan chiquita, no creo que tanto pueda pertenecerle. Y cada vez que pestañea hay campos de tulipanes en Holanda que festejan, equilibristas en el medio de la cuerda, reuniones de ojos que solo brillan. Luego se evade por completo, se pierde en un ceño fruncido y se esconde de todo el bien que ella supo hacer. Bosteza y después sonríe, toda empapada de magia, me hace preguntar si existe en verdad. Entonces se arruga un poco, envejece como todos, pero lo hace como nadie. Se siente niña en las alturas y deja ver todas las perlas que escondía en su sonrisa, no me acostumbra a ningún gesto, ni a ninguna respuesta. Y sin poder adivinarla, ni entenderla, la recorro en toda mi ternura, en toda mi poseción, porque ya no la atrapa su nombre, sino su magnífica profesión. Se encarga de presentificarse cuando como una tarta de manzana, en el reto que imagino cuando no recorro los días bien, en la canción que nunca canta, en el beso que despide a los ojos cerrados; hundidos en la almohada. 
Y tiene tantas anécdotas, que puede uno culparla de haber vivido tanto. Es inevitable preguntarse qué hombre a podido negar un beso de ella, porque es bonita y completamente mujer. Uno tiene ideas vagas, y por eso describe vagamente lo que ella puede llegar a ser, puedo decir que vuela pero nunca voy a poder describir su vuelo, ni sus alas. Por eso solo puedo compararla con las sensaciones más cómodas que he tenido. Solo puedo ser honesta al escribir. Y con total honestidad digo, es imposible que abra un óleo, me siente junto al fuego, coma una tarta de manzana, llore, le entregue mi cuerpo al sol, cante, duele, muera, sin encontrarla a ella al lado mío. Siempre tan parecida a un pájaro, de esos que uno al mirar desprende a través de escalofríos las más lindas pero caudalosas emociones que mucho se parecen a la caricia de toda su existencia.

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