miércoles, 12 de diciembre de 2012


Jamás creí que me iba a costar volver a mi casa. Todavía me falta brotar, pero crecí plenamente lejos de mi antigua vida. Fui investigando y descubriendo nuevas maneras de llenar los días de historias interesantes. No quiero presumir, ni exagerar, mucho menos idealizar. Pero creo que mi estadía fue un viaje especial, por la música, el cine, las plazas, las distintas costumbres. Jugué, descubrí estrellas nuevas, me robé el color del sol desde septiembre y ahora que me vuelvo sé que al menos el me acompañará siempre, mis amigas también lo van a hacer, van a aparecer en canciones finamente elegidas que con el volumen bien alto gritan los recuerdos que me llegan como bombas a la cabeza, que de a poco se me va explotando completa y cae totalmente rendida transformada en agua y corre (pero a paso de cien-pies  por toda la mejilla y cae (como una pluma) a la punta de mis pies, o se pierde en el piso para ahogar a unas hormigas. 
Quizá llorar no sea lo más interesante, pero sí lo más sincero, es cuando me hago completamente humana y dejo que resbalen sobre mi piel los nervios, la ansiedad, las emociones.
No soy la misma, aunque esperaba volver igual, con las mismas ideas, he cambiado mucho, vivo con una carga constante de sacarle de adentro las cosas más lindas que él tiene, que no muestra por inseguridad, por falta de esperanza, de que alguien en el mundo pueda poner el ojo en el lente de su caleidoscopio, entonces se muestra rígido, cuadrado y correcto, cuando en verdad es luz, persona y caleidoscopio. A veces me hieren sus contradicciones, porque suelo confundirlas con mentiras. A veces me quedo en silencio y empujan con fuerza desde el interior de mi boca, presionando sus pies en mis dientes y pellizcando con sus manos mis labios, las cosas que no me animo a decirle, porque yo también tengo miedo y esos vicios contagiosos de inhumanizar los sentimientos y matarlos con el silencio. Todavía me río con sus anécdotas, todavía creo en sus palabras y todavía espero que le abra la jaula a sus sueños, que les ponga pies y los haga correr. Quiero irme con él de viaje, dormir con él sin soltarme y poder sonreirle sin culpa. Creo en él. Quiero que crea en mí. Que se emocione al ver una mariposa, que dibuje sin escuadras, que hable inescrupulosamente de sí mismo y que comience a mostrar los colores con los que está pintado. 
Tengo miedo de haber malinterpretado.
Tristeza de haberlo elegido.
Tiempo para  dejarlo olvidado.
Y el vicio de dejarlo encendido.

13-12-2012

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