sábado, 3 de noviembre de 2012

¿Hasta qué punto puede llegar el egoísmo humano? 
Los planes del viernes eran los mismos de siempre, salir, pasarla bien, tener una pantalla o un muro que nos separe de la realidad que no queríamos ver. 
No nos divertimos mucho, o quizá había demasiada gente, demasiadas pantallas, demasiada mentira. 
Nos fuimos, caminamos, sin saber exactamente a dónde ir, y yo creo que así empezó la noche, de manera sincera, sin máscaras, los pies caminaban hacia donde querían ir y nosotras los seguíamos sin quejas. 
Frenamos en un puesto de pancho, porque la panza sí estaba un poco alborotada. Y al lado nuestro estaban durmiendo dos navíos, dos botecitos descuidados que intentaban descansar en el medio del mar, pero de un mar lleno de ruido, de gente, de envidia, de falta de empatía. Les dije que se sentaran al lado mío y les hablé como si fueran de mi edad, de mi círculo de amigos, no les hablé desde arriba (porque no lo estaba). 
Tenían diez y once años, y se llamaban Axel y Alexis. El más morochito nos contó que su mamá murió y su papá lo abandonó, lo hizo sin nudos en la garganta, como si estuviese relatando el resultado de un partido de fútbol. Sin embargo, muy pocas veces miraba a los ojos y no sonreía casi nunca. Axel, en cambio, era obediente, hablaba que no se le entendía nada y estaba contento. Le dí lo que quedó de mi pancho y los invité, sin pensarlo dos veces, a la pensión.
Alexis empezó a renguear, yo creí que era un jueguito, que era exageración. Me contó que tenía muchas ampollas, usaba las zapatillas sin medias y no se bañaba hace varios meses. Le ofrecí llevarlo a caballito, más o menos, unas quince veces, pero nunca quizo, en una de las propuestas llegó a decirme "Me da verguenza". Entonces llevé unas dos cuadras al peladito, a Axel. Con quien hablamos de guitarras, de las fechas de cumpleaños. Alexis no sabía cuando cumplía años, y ahi comencé a verlo cada vez más frágil. Porque los nenes no son nenes para caminar con ampollas, para vivir a la deriva, para refugiarse en bolsas de plástico o en cartones; ni mucho menos para no saber que día vinieron al mundo; aunque claro, mucho cariño no le tenía, no le hacía mucho gusto la idea de vivir en él. 
Le jugué una carrera a Axel, y despues Alexis me pidió que le juegue una a él. No importaba si el semáforo estaba en rojo, si pasaba un colectivo o si ibamos a morir en una hora. Toda su vida, en ese momento, se basó en la carrera. Por eso ganó.
Me contó en un momento que se había tirado de un... ¿Cómo es esto? Eeeeh. ¡Paracaídas! le contesté que no, me dijo que él si, de uno que armó él con un motor de auto y un volante de moto. Creo que todos menos él sabíamos que estaba mintiendo, estaba entusiasmado con la historia que contaba, orgulloso.
¿No le tenes miedo a nada? Le pregunté, tras escuchar que Axel le tenía miedo a las alturas, No, a nada, me dijo.
Axel y Alexis no dormían hace días.
Llegamos a la pensión, me quedé con ellos, hablando del truco, de mujeres, hasta que llegaron las chicas con dos vasos llenos de yogur de frutilla con cereales. Axel se lo terminó, Alexis no tomó ni la mitad.
:-Dale que después vas a tener hambre, le dijo Axel.
Pero, como ya era yo capaz de predecir, a Alexis no le importó lo que dijeran, no se terminó el vaso, ni si quiera contestó al consejo de su amigo. 
Después le ofrecí bañarse en la pensión. Era un riesgo total, más porque Sarita, estaba por levantarse y comenzar su investigación diaria sobre los "grandes males" que cometimos la noche anterior (dejar un plato sucio, traer gente, etc.) Entonces pasé con él, yo sola, ya de día, con toda la piedra del patio iluminada, estaba mostrandole algo que él solo había visto en revistas, o desde afuera. Entonces tardaba en caminar, pero había que hacer las cosas rápidas, dale le dije casi susurrando, él obedeció no hizo ruido y se bañó rápido. Le dí una toalla blanca que descansaba en el tender del jardín. Salió cambiado y con mejor olor.
Cuando cruzamos el patio para volver, me dijo
:-¿Sabés lo que daría por vivir en uno así?
Salimos y nos encontramos con un grupo de chicos que nada entendían de pobreza ni mucho menos de niños. Entonces quisieron ayudar, pero de poco sirvieron. No digo que yo haya servido de mucho, pero nunca les hablé desde arriba y por eso Alexis me contestaba. Le regalamos un buzo, y un par de zapatillas para cada uno. Y Juli subió a pedirle curitas a Macarena para las ampollas.
Pusimos las viejas en una bolsa y jamás en mi vida había sentido tanto olor a pata. 
Los acompañé hasta la panchería, pero Alexis comenzó a alejarse, como sí jamás me hubiese conocido, o porque ya había logrado la limpieza y el alimento diario. Pero Axel iba conmigo, porque Axel tenía familia y sabía caminar acompañado, sin verguenza ni remordimientos.
Le pregunté a Axel que pasabada, por qué Alexis se alejaba, pero Axel no sabía.
Alexis nos respondía a los llamados, ni a nada. En un momento logré que frenara y le dije
¿Podés esperar, qué te pasa, queres que me vaya?
Hace lo que quieras, si queres andate.
Entonces me fui, les dejé la bolsa y siguieron los dos solos. 
Yo me volví, cansada, un poco triste. Me acosté a dormir.
Hoy a la mañana me dice Macarena
"Te voy a pedir que no me levantes más a esa hora, porque yo estaba re cansada, y no me importa si es para unos nenes o vos o nada. Porque cuando yo te levanto por ponerme desodorante haces un escándalo".


Estén donde estén, les deseo salud, educación, familia (no importa si es de sangre), y felicidad. Nos debemos un partido de truco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario