Quizás esté bien de repente, casi huracanada, sin anticipos, sin advertencias. Quizás llegue a sentirme tan feliz de un segundo al otro, que pueda llegar a tener el pensamiento "Walt Disney" que la vida es hermosa, que los buenos ganan, que siempre todo sirve para algo. Y con la cabeza llena de mariposas y campos de girasoles corretee de un lado al otro repartiendo abrazos cálidos a cualquiera que se me cruce.
Duración de la felicidad: 3 minutos.
El huracán se extravía entre mis intestinos para salir a arrasar mis venas en otro momento, muy lejano al de recién. Me calmo por completo y me siento empalagada, emané más amor del que podía emanar, y pensé más positivamente de lo que normalmente hubiese pensado. Me siento extasiada y de mal humor. Quizás no hubiese abrazado tanto, ni mimado tanto, mitad arrepentida, mitad confundida, me encierro en mi cuarto- caso siempre desordenado- prendo un sahumerio, miro la foto del pájaro, les doy un beso a mis papás (siempre desde los brazos) y pienso en lo horrible y difícil que es vivir tan lejos de Cati, de las chicas.
Duración del malestar: 15 minutos.
Recargo, si es que está radiante, mi escasa energía con el sol, le hablo un ratito a mi planta. Y charlo charlas ocurrentes con personas que de imprevisto se cruzaron por la cocina, el jardín o el comedor. 
 
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