Hay muchas cosas en este planeta: hay alfombras o piscinas, enfermeros, melancolía, feriados y tortas fritas, atajos, la Mona Lisa, ateos, rockeros, soderos, amapolas y senderos, edificios y balcones, recreos, canciones, campamentos y fiestas, jarrones y orquestas, presidentes, guerras, cemento y problemas, cristales, pintores, clavos y navidades, cortinas, arquitectos, reyes, ateos, sillones, fresas, moños, duquesas, ventiladores, amigos, traidores, ambiciosos, sucios, bondadosos, copias, originales, organizaciones, casualidades, lluvias, estampas, rutas, ciudades, calma, trajes, disfraces, orillas, noche, broches, reproches, coches, árboles, naturaleza, destrucción, injusticia, evolución, milicias, retrocesos, propiedades, pobreza, maldades, cine, números, idiomas, fósforos, razas, algodones, manijas, botones, animales y jaulas, pestañas, curiosidades, biblia, cuentos, historietas, veladores, cornetas, sonrisas y carácter, Dalí y Descartes, Borges, Cortazar, Jesús y Miranda, respeto, hipocrecía, controles, melancolía, preservativos e infantes, maestros y cantantes, hamacas y cohetes, colectivos, adjetivos, fujitivos, siestas con mascotas, modas, bromas, anorexia y espejos, almaneques, festejos, piernas y oídos, teclas, lenguas de gato, bosques, infartos, computadoras, maquillaje, elefantes, rubíes y carruajes, circos, escenarios, cigarrillos, trufas, lentes de contacto, escaleras, acertijos, restaurantes, grillos, óleos, bastidores, artistas, pensadores, palomas, contadores, fracasos y suicidios, familias y vecinos.
Son millones las palabras y pocas son para nombrarlas, a aquellas cosas que conozco, que existen y que evoco. Sueltas se quedan, sin título alguno, las cosas que desconoce uno. Somos afortunados de ser protagonistas de este baúl de cosas, ya sean hierbas o monedas preciosas. Uno nace y muere, conoce hasta donde puede. Se aferra a lo que uno quiere. Defiende lo que le pertenece. Refuta o adhiere a opiniones que sostiene. Y se llena de conceptos, realidades y proyectos, en los que va dejando su viaje. Uno no es tan pequeño, ni tan gigante. Es simplemente un actor en esta obra en la que todos formamos parte. Es un Dios, es un personaje, un demente, un farsante, un genio, un pensante; siempre será etiquetado por el resto y por eso debe tener coraje, uno no siempre será lo que espera, ni recibirá lo que merece, uno no siempre llega, pero crece. Y tal vez, alguna mañana comparta las ideas que lo mantienen vivo, a una pareja, a un perro, a un amigo. Y se vaya quedando sin misterios, sin motivos para seguir encendido. Entonces se irá uno apagando hasta quedarse en el olvido, pues no es uno muy pequeño como para no haber existido, pero siempre existirá, y lo certifico, un pueblo repleto de motivos para dejarlo a uno dormido.
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