Y a pesar de esos baibenes, en donde nos matamos o nos hacemos crecer un jardín de margaritas en los oídos de las cosas lindas que nos decimos... sólo nos queremos. Nos gusta ir a la deriva, a ambas. No nos molesta no tener que organizarlo todo y le agradezco tanto.
Solo con ella puedo hamacarme hasta que el frío me congele todos los dedos. O ir a la casa del mozo de enrente y meternos al mar a las 7 de la mañana.
Gastarnos la plata en cosas como panqueques y después quedarnos sin nada, porque la vida no es plata ni ahorros... son momentos.
Tengo amaneceres, noches, mañanas y sopas con ella. Es fiel y es abierta, totalmente abierta y debe ser por eso que de ella he aprendido mucho. Y creo que el arte de dar la razón ella me lo enseñó completamente.
Caernos en la orilla, y adoptar incontables mascotas (que hoy vagan quien sabe dónde). Tomar sopa y no bailar jamás. Encariñarnos con lugares.
Le perdono sus malos humores, creo que sería injusto no hacerlo... ella me ha perdonado todo: la lejanía y mi mente cerrada.
Lo único que espero de ella es que sea así de jóven, en cualquier edad y momento.
Nunca conocí a nadie que sepa vivir mejor
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