Dejaré que el sol nos cubra, sin que la gente confunda, sin que la gente molesta. Solo se tratará de ser libres, llenarnos de flores y de cielo. Correr sin ser perseguidos. Pensar sin ser presionador. Será una linda sensación, y de a poco el sol se irá apabullando. Nos quedaremos recostados en el césped cubiertos con algodón, y nos dedicaremos a reconocer formas en las últimas nubes. Seremos complices del temprano anochecer y bajo la noche nos quedaremos.
Nos volveremos a ver las caras con leña y con fuego, y de pasa se nos calentarán las caras. Y aunque no lo veamos... el sol seguirá brillando.
Bostezando nos quedaremos dormidos entre grillos y gusanos (futuras mariposas). Nos levantará el frío, los pájaros y el dolor de cabeza. Sin embargo no lo padeceremos, ni lo calmaremos con un ibuprofeno. Nos quedaremos helados mirando el cielo, ya celeste, un cielo que recién se despierta, que se despide de las estrellas y los telescopios.
Es hora de los gorriones y de la gente.
Te quiero. Es invierno y soñar cada vez cuesta menos...
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