Pensaba en los ojos de ella cuando mirase el regalo y se le empañaban completamente los lentes. Se sentó en la orilla y se bajó las medias hasta los tobillos, quería sentir el frío en la piel, porque eso también era estar vivo, comenzaron a jugar sus pocos cabellos en el viento y sonrío, comenzaba a creer que estaba loco, era imposible regalar una puesta de sol y además quería vivir para siempre, tener el poder de hacerla infinita como la mortalidad de las mariposas, de eso estaba seguro, jamás la dejaría sola.
Continuó observando el mar, se paró sobre una ola que al segundo lo dejaría solo. En un instante, sin haberse dado cuenta estaba nadando hacia el horizonte, tal vez desde allí iba a ser más fácil agarrar el mar por completo. O quizá el sol no quemara tanto. Se le habían mojado hasta los pensamientos y ya podía saludar a los barcos, se tomó un segundo para dormir y empezó a elevarse hacia el sol, podía tomarlo con sus manos y ya la vida no era tan pesada, no sentía dolor alguno. "Si tuviera mi corbata puesta, podría regalárselo con un moño" pensó para sí mismo. Las arpas comenzaban a cantarle y el viento le daba la bienvenida.
No era la hipotermia, sino el amor. De lo que estaba seguro era que en el momento en el que sostuvo el sol, él seguía vivo.
Para mi verdadera ídola. Para Tina
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